‘Sorpresa con agallas’, así se podría titular el acontecimiento que ha ocurrido hoy en el estadio José Zorrilla. Carlos Suárez ha decidido tomar el toro por los cuernos y hacerse con el club en propiedad para “garantizar su viabilidad”. El leonés lo hace porque “confía en el club” y porque “cree en una institución de 83 años de historia”.

Confía tanto en el “proyecto llamado Real Valladolid” que se lo toma como algo personal. Tras ser, durante diez años, un trabajador de los accionistas, Suárez se convierte en el máximo accionista blanquivioleta tras hacerse con el 60% de las acciones del club pucelano. Una decisión arriesgada para él pero muy buena para el club y sus aficionados.

El cambio es positivo porque como comentaba el propio presidente blanquivioleta en sus primeras palabras, “no había un consenso. Había demasiada gobernabilidad y demasiados accionistas”. Con este cambio radical, el club pasa a tener una mayor rapidez en la toma de decisiones. Ahora no habrá que esperar a una reunión para decidir el día a día del club. Así, se avecina un nuevo Real Valladolid, un nuevo club más directo pero, eso sí, un proyecto más presidencialista.

Suárez no toma el camino fácil
Lo confesaba en uno de los primeros puntos del guión, que hoy sí se había preparado. “Puse el cargo a disposición de los accionistas. La primera idea era rendirme”. Pero finalmente no ha sido así. Suárez ha decidido arriesgar y como también confesaba “no he querido tomar el camino fácil”. Carlos Suárez ha arriesgado de los suyo, de lo que le pertenece, en un claro signo de que siente los colores blanco y violeta como un pucelano más.

No tiene “pasaporte vallisoletano” pero en estos momentos es dueño de uno de los activos más importantes de la ciudad. Por ello, debe sentir el apoyo de todos. Se merece un voto de confianza porque el riesgo que ha corrido con esta decisión es muy grande, pero que será menor si todos los estamentos de la ciudad confían en su proyecto. Desde aquí el apoyo y felicitación por la decisión tomada.