Ayer, José Antonio se despedía del club, según él, de sus amores, y no lo hacía de la mejor manera. Sus palabras criticando la labor de otros, en especial la del máximo accionista, Carlos Suárez, dejan la impresión de un intento del madrileño de lavar su imagen tras una campaña con muchas luces pero demasiadas sombras, que dejaron al equipo sin el ascenso, que era a fin de cuentas el objetivo principal.

Ahora, tras las palabras del ex central, se presupone un periodo largo sin él en el club. Con su marcha se va un jugador de gran envergadura dentro del vestuario, muy importante en la consecución de los últimos hitos del club. En resumen, se marcha un gran profesional y un modelo para todos pero que ayer erró.

Tras su retirada en el verano de 2009, pasó a ocupar puestos en el organigrama del Real Valladolid. Este hecho, el de encontrar trabajo en los despachos sin poseer experiencia, es algo que ayer pasó desapercibido en su despedida. Ayer parecía que era el momento de que aquel jugador que encandiló a todos con su personalidad, calidad y tesón, se limpiara su imagen y su rostro a toda costa. Aparecer con documentos de prensa y hacer mención a ellos sin dejar que sean otros los que entonen el ‘mea culpa’, me ha hecho sentir, a mí, como aficionado al Real Valladolid, un profundo dolor por ver que alguien tan importante como José Antonio García Calvo antepuso su persona al club. Algo que no había hecho nunca.

Por ello me preguntó: ¿por qué lo hizo ahora? Lo desconozco, pero sí que sé que no es la forma que yo esperaba para una persona de su peso e importancia en la historia reciente del club pucelano. Eso sí, allá donde vayas, ¡suerte José!