Se podrían decir muchas cosas a Marcos y sobre él, tantas como partidos ha disputado con la camiseta del Real Valladolid, incluso un número cercano a los minutos que ha defendido el escudo pucelano. Pero todas, además de buenas y merecidas, serían pocas. Un jugador del calibre y de la personalidad de Marcos se merece todo, y mejor que palabras son hechos. Por ello Alberto Marcos se guardará siempre en su memoria la ovación cerrada y atronadora que el estadio José Zorrilla le otorgó en el partido ante la Sociedad Deportiva Huesca de Copa del Rey. Si el 27 de julio será un día duro para Marcos al recordar su rueda de prensa de despedida, el 8 de septiembre será un día bonito que recordará porque aquel día de fiestas en Valladolid Marcos apreció que la afición le quiere, le aprecia y le respeta. Marcos se dio cuenta que no es uno más para la afición blanquivioleta, y no lo es por méritos propios.