¿Cómo vivió el ascenso Javier Barrocal Palmero?

Sí, lo reconozco, el Real Valladolid no me da de comer, pero ese día, fue uno de los más felices de mi vida. Vivir un ascenso es algo que no se puede explicar, hay que vivirlo. Por mucha verborrea que uno tenga o por muy bien que uno se explaye, no se puede definir con palabras. 

Con mi camiseta y bandera del pucela, bajé una hora antes del partido a la Plaza Zorrilla. A toro pasado es más fácil decirlo, pero creo que todo el mundo, incluido yo por supuesto, pensábamos que ese era el día. Teníamos ocho balas más en la recámara, pero todo se daba para que a la primera, todos juntos, termináramos abrazados, unidos y celebrándolo. 

No tenía uñas, normalmente me las muerdo, pero ese día me faltaban manos para saciar la ansiedad y el nerviosismo. Encima, sin televisión, la radio le daba el toque justo de emoción y el énfasis que hace que la alegría se magnifique. ¡Que bonito quedará la historia cuando tenga nietos! 

De aquellas llegó el gol de Victor y cuando ya estábamos locos de alegría Manchev puso la guinda en la recta final del partido. 

Al día siguiente me desperté, ¡Vale!, había que volver a la rutina, viaje a Madrid y al día siguiente a la oficina, a la pelea diaria, pero con otra cara, otro gesto, otro ánimo, otra ilusión y con mucho orgullo de ser vallisoletano. ¡Gracias Pucela!. 
Artículo de @JavierBarrocal

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