Cuando ya no te queda ni el José Zorrilla

El Real Valladolid cae ante el Cartagena en la primera derrota de Gómez como local. Los visitantes esperaron el fallo del Pucela que llegó en el minuto 78

El equipo de Antonio Gómez llegaba como una caricatura de equipo. La derrota en Jerez había dejado a los jugadores y al cuerpo técnico muy tocados. No estaban hundidos porque aún tenían el estadio José Zorrilla. El estadio pucelano era un terreno de juego que nadie se atrevía a mancillar. Pero claro, si en el rival está un futbolista que conoce el estadio como nadie las posibilidades de perder la imbatibilidad crecen.

“No lo dudéis. Se pondrán nerviosos y en ese momento atacamos”. Estas debieron de ser las palabras de Juan Ignacio Martínez en la charla previa al partido. El entrenador alicantino sabía que el si el Real Valladolid no encarrilaba el partido la afición se pondría encima del equipo y que este perdería los nervios. Con el paso de los minutos el entrenador del Cartagena veía como su planteamiento se llevaba a cabo. Los futbolistas de Antonio Gómez llevaban el peso del equipo. Lo cargaban pero no lo ejecutaban porque sus acercamientos al área de Casilla y el continuo lanzamiento de faltas laterales no servían para que los locales se adelantaran en el marcador. Con este dominio territorial del juego junto con la posesión de balón, la sensación de peligro y, incluso, con pitos, el partido llegaba al descanso.

En los primeros 45 minutos el resumen se podía hacer alrededor de una palabra: impotencia. Los pupilos de Gómez sabían que debían hacer pero no lo ejercían bien porque estaban acogotados. El miedo a la derrota era tan grande que al llegar al último cuarto de campo a los pucelanos se les nublaba la vista. En el otro lado del campo se apreciaba un Cartagena orgulloso de su partido. Estaban cumpliendo el guión. Tan sólo faltaba esperar un poco y dar la estacada.

Misma historia en la segunda parte
En los segundos 45 minutos Antonio Gómez debía apelar a la psicología. Parecía que el equipo sabía lo que debía hacer. Los futbolistas eran conscientes que los extremos estaban haciendo mucho daño a los laterales rivales y que atacando por ese lado todo sería más fácil. Gómez les debía convencer en el descanso de que lo realizado estaba bien, que con insistencia y arrojo el gol llegaría. Se desconoce si lo hizo o si los jugadores no lo entendieron pero de la sensación de que la idea estaba captada y que sólo faltaba ejecutarla se pasaba a no transmitir nada. El paso de los minutos quitaba fuerza y energía a unos blanquivioletas que veían como los pitos de la grada aumentaban y que llegaban a su momento culmen cuando Toni Moral anotaba el gol de la victoria. Pese a que quedaban 12 minutos por delante se sabía que el Real Valladolid no llegaría a empatar. Era imposible que en el estado de nervios que los jugadores vivían consiguieran en poco más de 10 minutos, y a remolque, algo que no consiguieron en 78 y dominando el balón.

En el preciso instante en que el ‘sonido de viento’ llegaba al mayor número de decibelios Juan Ignacio Martínez engordaba cinco kilos. El entrenador del Cartagena se ponía ‘gordo’ al ver como su idea se cumplía gracias a un buen planteamiento y a la dominación psicológica de un vestuario que cree en él.

Víctor lo único positivo
Minuto 84, un futbolista del equipo rival, que va ganando, se retira del terreno de juego. Lo normal sería que la afición pidiera su rápida marcha pero era Víctor y había que ovacionarle. La afición veía la derrota muy cerca y prefirieron aplaudir al ‘21’. Este lo agradecía y se marchaba emocionado del estadio. Esta vez lo hacía sin confundirse de banquillo y con la pena de haber contribuido en la derrota de ‘su’ equipo.

Imagen de 'Norte de Castilla'

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